Las declaraciones de EE.UU. y otros funcionarios occidentales, así como también recuentos dominantes en la prensa noticiosa, han creado una imagen de Ucrania totalmente engañosa. Ha habido un esfuerzo concertado para presentar al país no solo como la víctima de una agresión rusa brutal, sino como un valiente y noble baluarte de la libertad y la democracia. La narrativa convencional nos haría creer que Ucrania es una versión de Europa del Este de Dinamarca.
Los promotores de esa narrativa sostienen que la guerra en curso no es solo una lucha entre Rusia y Ucrania en torno a las ambiciones de Kiev de unirse a la OTAN y las demandas territoriales de Moscú en Crímea y en Donbas. No, ellos insisten —la guerra es parte de una lucha global entre la democracia y el autoritarismo, y el presidente ucraniano Volodymyr Zelensky es un líder merecedor de nada menos que el legado de Winston Churchill. En las declaraciones del 26 de marzo del Presidente de Biden sobre la guerra, dijo que el conflicto era “una batalla entre la democracia y la autocracia, entre la libertad y la represión, entre un orden basado en las normas y uno gobernado por la fuerza bruta”.
John Blake de CNN literalmente comparó la causa de Ucrania con la Guerra Revolucionaria de EE.UU. Dice que los ucranianos “están construyendo sus propios monumentos a la democracia, con su sangre”. El mundo, dijo, “ha sido cautivado por su batalla para repeler la gran armada rusa y preservar el nacimiento de la democracia en su tierra”. Agregó que “la guerra en Ucrania no es solo una lucha geopolítica—es un llamado a recordar. El coraje del pueblo ucraniano es un recordatorio de lo que EE.UU. solía ser—un ‘baluarte de la libertad’, donde prácticamente cada niño memorizaba en la escuela el poema del ‘Himno de la Concordia’ inscrito en la base de la estatua del Minute Man”.
En un artículo de opinión del 26 de marzo publicado en USA Today, John M. Bridgeland, director del Consejo de Política Doméstica de la Casa Blanca bajo el Presidente George W. Bush, expresó de manera similar una admiración aduladora de Zelensky y el supuesto compromiso de Ucrania con la democracia. “El mundo está viendo la valentía del presidente ucraniano Volodymyr Zelensky y del pueblo ucraniano, quienes están dispuestos a morir para defender su democracia y su libertad”, escribió. De hecho, Bridgeland dijo, “Ningún costo es demasiado alto [para los ucranianos] para defender su democracia y su amada Ucrania”.
El conductor de Fox News y anterior jefe de estación de la CIA, Dan Hoffman, sostuvo que “Lo que teme Vladimir Putin en el corazón de este conflicto es la democracia. No es que la OTAN constituya una amenaza”. Agregó que “Putin no podría tolerar una democracia en su frontera con una población que hable ruso y con lazos comerciales con Europa. Por esta razón lanzó este ataque brutal que ha causado que mueran tantos ucranianos civiles, civiles inocentes”.
La noción de que Ucrania era un modelo democrático tan atractivo en Europa del Este que la mera existencia del país aterrorizaba a Putin puede que sea un mito reconfortante para los políticos y comentaristas estadounidenses, pero es un mito. Ucrania está lejos de ser un modelo democrático-capitalista y un magneto irresistible para las masas quejumbrosas de Rusia. La realidad es más confusa y problemática: Ucrania desde hace mucho ha sido uno de los países más corruptos en el sistema internacional. En su reporte anual, publicado en enero de 2022, Transparencia Internacional ubicó a Ucrania en la posición No. 123 de los 180 países evaluados, con un puntaje de 32 en una escala que va del 1 al 100. En comparación, la notoriamente corrupta Rusia se ubicó ligeramente por debajo en la posición 139 con un puntaje de 29.
El récord de Ucrania de proteger la democracia y las libertades civiles no es mucho mejor que su desempeño en cuanto a la corrupción. En el reporte de Freedom House de 2022, Ucrania está clasificada en la categoría “parcialmente libre”, con un puntaje de 61 de un potencial de 100. Otros países en esa categoría están incluidas bastiones de la democracia liberal como las Filipinas de Rodrigo Duterte (55), Serbia (62), Hungría (59), y Singapur (47). De manera interesante, Hungría—que ha sido el objeto de críticas virulentas entre los progresistas en Occidente debido a la política social conservadora del Primer Ministro Viktor Orban—se ubica ocho puntos por encima de Ucrania, que es el beneficiaria de elogios libres de crítica por parte de las mismas facciones en Occidente.
Incluso antes de que irrumpiera la guerra, habían ejemplos feos de autoritarismo en la gobernabilidad política de Ucrania. Tan solo meses después de la revolución Maidan en 2014, habían esfuerzos para ahogar a los críticos domésticos, los cuales se aceleraron conforme pasaron los años. Los funcionarios ucranianos también acosaron a los disidentes políticos, adoptaron medidas de censura y prohibieron a los periodistas extranjeros, a quienes ellos consideraban como críticos del gobierno ucraniano y sus políticas. Dichas acciones ofensivas fueron criticadas por Amnistía Internacional, Human Rights Watch, la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, y otros observadores independientes. El Batallón Azov neo-Nazi fue una parte integral del aparato militar y de seguridad del Presidente Petro Poroshenko, y ha retenido ese papel durante la presidencia de Zelesnky.
De hecho, algunas medidas represivas profundizadas por Zelensky incluso antes de la irrupción de la guerra con Rusia. En febrero de 2021, el gobierno ucraniano cerró varios medios de comunicación independientes (la mayoría, aunque no todos, pro-Rusia). Lo hicieron sobre la base de estándares totalmente vagos y abiertos adviertas interpretaciones. Zelensky ahora ha utilizado la guerra como una justificación para ilegalizar 11 partidos de oposición y nacionalizar varios medios de comunicación. Esas difícilmente son medidas adecuadas en una democracia, incluso durante tiempos de guerra.
Es totalmente adecuado simpatizar con los ucranianos que están experimentando un sufrimiento terrible como resultado de la decisión de Vladimir Putin de lanzar una guerra. Cualesquiera que sean los niveles de provocación por parte de EE.UU. y sus aliados en la OTAN, y la disposición de Ucrania a colaborar en esas provocaciones, la respuesta de Rusia fue desproporcionada. Creó una violación peligrosa de la paz en Europa y una catástrofe humanitaria. Sin embargo, uno puede condenar las acciones de Putin e incluso alentar la resistencia militar sin fomentar una imagen falsa del sistema político ucraniano. El país no es un símbolo de la libertad y la democracia liberal, y la guerra no es una batalla existencial entre la democracia y el autoritarismo. En el mejor de los casos, Ucrania es una entidad corrupta, cuasi-democrática con preocupantes políticas represivas.
Considerando esa realidad, los llamados a los estadounidenses de “permanecer junto a Ucrania” están fuera de lugar. Preservar la independencia e integridad territorial de Ucrania ciertamente que no valen la pena que EE.UU. se arriesgue a inmiscuirse en una guerra con una Rusia poseedora de armas nucleares.
Este artículo fue publicado originalmente en The American Conservative (EE.UU.) el 6 de abril de 2022.